czwartek, 23 października 2014

Mateo, Armando Discépolo



Armando Discépolo nació el 18 de septiembre de 1887 en Buenos Aires, fue el mayor de los cinco hijos de Enrique Santos, un napolitano que llegó a la Argentina antes de cumplir 20 años y que dirigió la primera Banda Municipal, componiendo también el tango "No me arrempujés, caramba". Desde sus primeros años Armando manifestó pasión por el teatro. Pero a los 18, cuando muere su padre, decide dedicarse por entero a la profesión. Tuvo la buena fortuna de que Pablo Podestá, el actor más importante del momento, se entusiasmara y aceptara interpretar su primera obra teatral: "Entre el hierro". Fue un éxito. Armando Discepolo fue un creador del "grotesco criollo" teatral que nacio en Argentina durante de un caos social en el tiempo del grande imigracion.
              
             Mateo, de Armando Discépolo, fue estrenada por la compañía de Pascual Carcavallo en el Teatro Nacional de Buenos Aires el 14 de marzo de 1923. El actor Luis Arata quedó luego asociado para siempre con su personaje protagonista, aunque en la primera temporada fue interpretado por Gregorio Cicarelli.
              Tal fue la popularidad que en época de su estreno original tuvo la pieza, que a aquellos vehículos tirados por caballo, comenzó a llamárselos en Buenos Aires Mateo. Aunque originalmente ese fuera tan solo el nombre de aquel animal. Y así quedó en la expresión general de la calle.
La obra fue el primer éxito importante de Armando Discépolo y sigue mencionándose como paradigma del grotesco criollo, o más exactamente del grotesco criollo.
            La obra contiene de dialogos, hay nueve personajes. Miguel que es un protagonista de la obra. Representa el fracaso. Es un inmigrante italiano, que ante la llegada del automovil, no puede sustentar económicamente a su familia. Carmen: Esposa de Miguel, muy trabajadora y humilde. Carlos: Hijo mayor de Miguel. Al principio no se ve preocupado por conseguir un trabajo, aunque al final de la obra consigue uno de Chofer (contraponiéndose a la voluntad de su padre) logrando salvar a su familia. Lucía: Hija de Miguel. Gasta plata en maquillaje y ropa, provocando el enojo de su padre. Chichilo: Hijo menor de Miguel. Sueña con ser un boxeador reconocido y así lograr ayudar a su padre. Severino: Amigo de Miguel. Logra salir de la pobreza gracias al robo, y muestra la adaptación a la nueva sociedad que su amigo no consiguió. El loro: Ladrón, lo induce a Miguel a robar. Narigueta: Ladrón, perteneciente a una gran nariz ladrón por naturaleza. Mateo: Caballo de Miguel. Aparece en el segundo cuadro y debe ser interpretado como un personaje más, ya que Miguel le dirije un monólogo en el que el equino muestra emociones. Su dueño le tomó más aprecio que a sus hijos, ya que este, siendo viejo logra ganar el sueldo que apenas mantiene a la familia.
            Mateo es una obra que reúne muchos de los elementos del genéro, y es uno de sus clásicos. Toca los temas preferidos del autor: un sistema económico condenatorio, la unidad familiar amenazada, la oposición entre juventud y senectud, modernidad y tradición, moralidad y éxito exterior, autenticidad y acomodamiento social, debilidad y poder... Su lectura nos conecta con referencias posteriores de sobra conocidas, como El ladrón de bicicletas o La muerte de un viajante. La inspiración está en las novelas de Zola, en el melodrama italiano, en el sainete criollo mencionado, en Pirandello y la comedia italiana del momento. Mateo cuenta la desgracia de un cochero de caballos que se ve arruinado en su vejez por el advenimiento del automóvil. Básicamente es la historia de un hombre que, tras una vida de arduo trabajo, llega a la puerta de la vejez sin nada. Su existencia ha transcurrido sin conseguir ningún éxito que no sea su propia familia. Sin embargo, la brecha generacional que lo separa de sus hijos lo vuelve amargo y triste. Sometido a las presiones ambientales se ve obligado a buscar a través de un subterfugio o pequeño delito la salvación. El desastre final no hace más que corroborar su incapacidad para la adaptación al nuevo tiempo. Armando era hermano de Enrique Santos, el autor de Cambalache y de muchos otros tangos. Cada uno de ellos retrató una parte de ese "fraude", esa trampa, que el Buenos Aires de principios del veinte supuso para muchos emigrantes italianos y españoles. A mí me parece un mundo paralelo al de la zarzuela finisecular y Arniches, pero con una libertad argumental y emocional mayor. En sus obras, frecuentemente hace frío, y muchas de las escenas se desarrollan de noche. Hay devastación, social y personal, y una curiosa sensibilidad trágica, entreverada con comicidad. En el lenguaje reflejaba el lunfardo y los modismos italianos. En esas obras está esa ciudad mítica, ciudad trampa, ciudad peligro. En ellas se muestra esa desconfianza hacia el futuro y esa nostalgia congénita que hasta el día de hoy retrata una parte del alma porteña. Más allá de la caracterización pintoresquista, el texto de Mateo es ejemplar, lleno de escenas perfectas. Es un vehículo brutal para grandes intérpretes de carácter. El giro desde lo cómico a lo trágico es delicado, sutil. La exteriorización de las pasiones de una radicalidad que llega a lo delirante. Un retrato muy potente de una sociedad, de un tiempo, que, como sucede con todo el gran teatro costumbrista, llega a la universalidad desde su concreción histórica y geográfica.


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